Tropocientas mil dosis de marihuana

Probablemente, si existiera un periodismo dedicado a informar sobre las drogas con profesionalidad y conocimiento de causa, así como de las consecuencias de la prohibición, a ésta le quedaría poco tiempo de existencia. La capacidad que tienen los medios de comunicación de transmitir acríticamente la desinformación consciente de las instituciones antidroga, dificulta sin duda el conocimiento del problema y, por ende, llegar a soluciones razonables. Uno de los ejemplos más palmarios donde se combinan la voluntad consciente de engaño, la irresponsabilidad, y la repetición de las mentiras por parte de periodistas acríticos se da en las noticias que aparecen, desgraciadamente cada vez con mayor frecuencia, referentes a las detenciones de cultivadores de cannabis y a las confiscaciones que de sus cosechas se hace. Es habitual en estos casos que si la guardia civil arranca seis plantas de un jardín que cosechaba alguien, las noticias, transmitidas por la policía, nos digan que se han incautado, pongamos por caso, 800.000 dosis de marihuana.

Es inútil intentar descubrir que criterio se sigue para traducir en dosis las plantas incautadas: no lo hay. Simplemente se pesan las plantas tal cual (sin secar, sin separar machos de hembras, y juntando tallos, hojas y raíces), se multiplica por el número que al autor le da la gana para magnificar el caso, se divide por las milésimas de gramo que las lumbreras de turno hayan decidido que contiene una dosis de marihuana, y se lanza a la prensa un número astronómico para convertir lo que era una patética operación consistente en arrancar cuatro plantas, en una gran operación de desarticulación de una red de narcotráfico. Además, el hecho de hablar de dosis al referirse a la marihuana, transmite un claro mensaje a los sectores de la población desconocedores de la realidad del consumo de cannabis: si existe una “dosis”, existirá una “sobredosis”. El vocablo “dosis”, que nadie utilizaría por ejemplo para hablar de vino, o de cerveza, pongamos por caso, liga así con los estereotipos más duros del drogadicto. Es la alarma social que conviene crear; son las palabras que conviene usar. Y los periodistas, cómplices o desinformados, las usan sin pudor.

Pero que las fuerzas de seguridad y los guerreros antidroga obren así, tiene su lógica pervertida: es tan grande el mal contra el que luchan (la Droga), que unas cuantas mentiras, exageraciones y manipulaciones de datos quedan justificadas en aras de un bien superior. Además, los Agentes del Servicio de Protección a la Naturaleza (SEPRONA) de la Guardia Civil ha de parecer que sirven para algo, y si para ello hay que engañar, pues se engaña y basta. Ahora bien, ¿y los periodistas?. ¿Realmente ninguno se da cuenta de lo ridículo y desinformativo de esos titulares? Nos encontramos de nuevo ante la eterna pregunta: ¿Desinformación, estupidez o malicia? Sea como sea, los efectos en la opinión pública son claros: pocos estarían de acuerdo en encarcelar a un chaval que tenía cuatro plantas de maría en el balcón, pero si les cuentan que la policía se ha incautado de 600.000 dosis de marihuana que en el mercado valdrían, pongamos por caso, 150 millones, el joven con cuatro plantas pasa a ser visto como un narcotraficante que se enriquece sin límite vendiendo droga. Y así, los agentes pueden seguir arrancando plantas mientras las mafias del tráfico de hachís a gran escala siguen lucrándose y corrompiendo nuestras estructuras judiciales, políticas y policiales. La importancia de las palabras. La fuerza de las mentiras.