Tabaco, la última cruzada




En los últimos tiempos empieza a plantearse como hipótesis real de trabajo la prohibición total del tabaco y sus derivados. Pero nunca se había pronunciado con tanta rotundidad al respecto la máxima autoridad estadounidense en materia de salud, y planteando la prohibición como una posibilidad real que debería tenerse en cuenta a la hora de luchar contra las dolencias provocadas por el consumo de cigarrillos.

Según Richard Carmona, responsable de la política sanitaria de EE UU, en este momento se tienen argumentos suficientes como para prohibir totalmente el cultivo, manufactura, posesión y consumo del tabaco y sus derivados, en vista del daño sanitario que ocasionan: “Mi trabajo no es hacer leyes, y será el Congreso el que deba decidir. Pero no veo necesidad alguna de los productos derivados del tabaco en nuestra sociedad”.

Los responsables políticos de la Casa Blanca han corrido a desmarcarse de la propuesta, y han expresado que Carmona expresaba sus opiniones no como administración, sino a título personal. Pero se han esforzado en mostrar también su mucho interés en proteger a niños y a jóvenes: “El presidente apoya los esfuerzos para reducir el consumo de tabaco en los jóvenes y cree que podemos hacer más para alejar a los niños de los cigarrillos. Ese es nuestro objetivo.” Es decir, no a la prohibición, si al consumo responsable. Ojalá aplicaran estos conceptos los norteamericanos a otras sustancias psicoactivas menos peligrosas.

Las tabacaleras han puesto el grito en el cielo, como era de esperar, si bien no es evidente que en una situación de prohibición, y con la posibilidad de instalar sus cultivos y manufacturas en “paraisos del humo”, no pudieran incrementar sus beneficios mediante el antiguo, pero siempre moderno, contrabando.

Ahora bien, y pese a los muchos intereses económicos que dificultarán aun la puesta en marcha de este proyecto prohibicionista, lo cierto es que la mera hipótesis da que pensar, sobre todo si nos entretenemos a considerar sus implicaciones de orden práctico. Los actuales agricultores subvencionados por la Unión Europea verán crecer, fruto del mercado negro, el valor de su producto, y ya no necesitarán ayudas oficiales. Por contra, tendrán que esconderse y pasar a la clandestinidad, con el peligro de que en cualquier momento unos helicópteros enviados por los protectores de la salud fumiguen sus campos y luego aterricen para detenerles como a vulgares narcos. Del mismo modo, los enganchados al cigarrillo acudirán en procesión a los hipermercados de la droga de nuestras ciudades, donde, entre heroína, cocaína y hachís, podrán abastecerse también de tabaco de dudosa calidad, mezclado, para enriquecer el negocio, con lechuga seca y hierba gatera. Evidentemente si te pillan fumando la policía te parará, y dependerá entonces del rigor de la prohibición que vayas a dar con los huesos a la cárcel por culpa de tu mal hábito y tu mala cabeza; que se conformen con multarte y quitarte la cajetilla; o que te tomen no por delincuente sino por enfermo, con lo que te obligarían a ir a sesiones de terapia para dejar de fumar, donde te pondrían parches de nicotina (cuya venta ya no sería libre en las farmacias, y que sólo podrían usarse bajo estricto control médico, administrativo y policial), y te pasarían películas en las que verías los daños del tabaco y lo mal que se acaba si no se hace lo que la sociedad manda. Eso si, en la cárcel o en el hospital, pero en un ambiento sano y sin humos.