Palabras más, palabras menos...



Leer en la prensa noticias relacionadas con el cannabis es preocupante. La incompetencia e ignorancia con que se manejan los términos y las palabras es una muestra de cómo la prohibición se sustenta sobre la desinformación. Son importantes las palabras, muy importantes. Por eso quieren prohibirlas. Por eso quieren poseerlas en exclusiva. Ése es el juego, en eso consiste su plan, ni más ni menos. Los prohibidores están creando palabras nuevas para apoyar sus creencias, y, al mismo tiempo, suprimirán las palabras de quienes no opinan como ellos. La estrategia pro cannabis, dicen. Los narcotraficantes, dicen.

La importancia de los nombres, claro está. Ganará la batalla quien controle las palabras. Porros, marihuana, hachís, droga, hierba, maría, cannabis, THC... cada una en su contexto tiene un valor semántico añadido al mero rigor terminológico. Cuando un articulista titula "Hachís en las farmacias", no sólo desinforma, aporta ideología.

Cuando a un talibán prohibicionista se le pregunta por el valor medicinal de la marihuana, contesta: "El porro terapéutico no existe". Y ese 'porro', esa elección allí de la palabra, está de nuevo cargada de significado: el porro, eso de los hippies, de los jóvenes drogadictos que dan miedo. Cómo va a ser bueno un porro, su propio nombre lo indica. Muy distinto es el THC, o los cannabinoides. Entonces todo suena científico y bien. Eso se estudiará en laboratorios, por supuesto, los prohibidores no están en contra de la ciencia, dónde iríamos a parar. Con bata blanca se analizarán esas palabras tan científicas, que nada tienen que ver con la marihuana, claro que no.

Un señor tiene unas cuantas plantas en su jardín, de marihuana de la buena. Cuando llega la guardia civil y le arranca las plantas, las palabras cambian: aquello pasa a ser droga. No sólo eso: las plantas arrancadas son droga decomisada. Y ahora las palabras ya empiezan a hacer daño, porque él deja de ser un señor que cultivaba marihuana. A poco que se descuide será un traficante, un drogadicto y, si sirve para vender periódicos, un criminal y un narco. Las palabras, qué peligro tienen.