Los farsantes de la camara oculta



Periodistas de El Mundo TV hacen encarcelar a campesinos marroquíes que cultivaban cáñamo

De un tiempo esta parte vienen proliferando programas televisivos que se hacen pasar por periodismo de investigación y que, usando cámaras ocultas, dicen destapar los más sonados escándalos en nombre de la verdad, la justicia y el servicio público. Liderando este pseudoperiodismo se encuentra El Mundo TV, los chicos de Melchor Miralles, responsables de haber puesto al descubierto cosas tan insospechadas como que Paco Porras no tiene en realidad poderes paranormales, y destapadores de escándalos de vital importancia nacional, como los chanchullos en la elección de Miss España. Son los mismos periodistas que han descubierto que, sorpresa, en los lavabos o alrededores de algunas discotecas se vende droga. Unos linces, vaya. Pero lo realmente grave de sus actuaciones no es que quieran hacernos creer que su trabajo tiene algún valor social, sino el uso marrullero y poco ético que hacen de la cámara oculta, abusando de la confianza de la gente en nombre del sagrado deber de informar, y creando artificialmente en el espectador la sensación de que, por el hecho de que se ha grabado de manera subrepticia, se le está mostrando algo muy clandestino y trascendente. La vaciedad camuflada en una imagen de poca calidad, borrosa y que no para de moverse.

Sólo puede tildarse de moralmente despreciable, por ejemplo, la faena que han jugado estos periodistas de pacotilla a unos campesinos marroquíes cultivadores de cannabis que les acogieron hospitalariamente en su casa y les explicaron todos los procedimientos para el cultivo y preparación del hachís sin saber que estaban siendo filmados. El reportaje, que El Mundo TV vendió al Canal 9 y posteriormente emitió TeleMadrid, intentaba explicar como se cultiva y manufactura el hachís en la localidad de Chauen, en Marruecos. Para ello se habían ganado la confianza, haciéndose pasar por turistas interesados en comprar hachís, de una persona de la zona que les mostró los cultivos y los procedimientos de elaboración, y a la que filmaron mientras hablaba con ellos confidencialmente, y en tono despectivo, del actual rey de Marruecos. Por supuesto, lo emitieron también. El programa, que pudo verse en la franja norte de Marruecos, desencadenó por parte las autoridades de aquel país una campaña contra los campesinos que aparecían en el reportaje. Dos de ellos han sido encarcelados y condenados a veinte años, y otros están huidos y han tenido que abandonar la casa y la familia. El pueblo donde vivían, que tenía en el cannabis la base de su subsistencia, está ahora vigilado por las mismas autoridades que tantas veces se han visto acusadas de propiciar y beneficiarse del cultivo. En Marruecos teóricamente el cultivo de cannabis es ilegal, pero viven de él miles de campesinos y de él se enriquecen todos los estamentos sociales, ya sea indirectamente, ya sea por la corrupción que genera.

Los autores del reportaje, que han sido duramente criticados por no hacer aparecer cubierto o difuminado el rostro de quienes habían confiado en ellos, no se avergüenzan sin embargo de su despreciable actuación, sino que aun la defienden apelando a la ética. Fernando Quintela, director de la productora, asegura que no taparles el rostro no fue un error, sino una traición consciente, que se desprende de los principios éticos de El Mundo: "Solemos ocultar la cara de quienes no están implicados en ningún negocio sucio, pero nuestro criterio es dejar al descubierto a aquellos que están cometiendo un delito". La tragedia de unas vidas destrozadas, unas familias rotas y un pueblo arruinado les trae sin cuidado. Patético.