Legales: ¿Todas las drogas?


Me sorprenden las posiciones que defienden la legalización del cultivo, consumo y comercio de cannabis pero ponen objeciones, cuando no se oponen frontalmente, a extender esa legalización al resto de drogas, como si de algún modo asumieran la bondad intrínseca de la prohibición, pero consideraran inadecuado aplicarla a la marihuana.

Es cierto que cada sustancia tiene sus características propias, que deben tenerse en cuenta en cada caso. Se dice a veces, por ejemplo, que la marihuana es demasiado inofensiva como para estar prohibida, en tanto que la heroína es demasiado peligrosa como para estar prohibida, y los males que ocasiona una sustancia peligrosa en manos del mercado negro siempre son peores que en situación de legalidad. Pese a la simplificación, este razonamiento nos recuerda lo peligroso que es hablar de legalización refiriéndonos a una categoría inexistente, la Droga.

Sin embargo existen ciertos aspectos comunes en el discurso sobre la necesidad de legalizar todas las drogas. En primer lugar, ya se trate de drogas blandas o duras, con la prohibición, como se dice vulgarmente, es peor el remedio que la enfermedad: se añaden males a los que se pretendían evitar (corrupción, adulteraciones, criminalidad...), sin paliar los anteriores. Por otra parte, la lucha contra la prohibición es, esencialmente, una defensa de los derechos civiles e individuales, contra la intrusión del estado. Podemos orientar las estrategias antiprohibicionistas desde el posibilismo, y centrar por tanto el énfasis en el cannabis, cuya legalización aislada puede contar más factiblemente con el apoyo social necesario, pero no deberíamos olvidar planteamientos más amplios, pero también más difícil de explicar, que comuniquen los valores de libertad, educación y uso responsable que deberían conducir al fin de la prohibición de todas las drogas.