Las drogas en el imagianario colectivo



Muchos años de prohibición y de propaganda antidrogas han ido generando una serie de percepciones en nuestro imaginario colectivo que se superponen y se confunden con los datos reales. De este modo la discusión de alternativas al prohibicionismo como sistema de tratar con los consumos de drogas se torna más dificil, pues en los análisis y los posicionamientos pesan más los prejucios y las desinformaciones acumuladas, que la informacón objetiva. La prohibición ha ido generando una serie de distorsiones en nuestras percepciones y en nuestro lenguaje, ha creado un ‘mundo imaginario’ al respecto, tan alejado de la realidad, que dificulta ahora una proximación objetiva al problema. En palabras Thomas Szasz, el problema de las drogas sólo puede aumentar “porque nuestro concepto de la naturaleza del problema es erróneo, porque nuestros métodos de respuesta son coactivos y porque el lenguaje con que lo tratamos es engañoso.”

Durante muchos años el ‘problema de la Droga’ se ha publicitado para que evoque en muchas personas imágenes de jóvenes ojerosos inyectándose heroína en lavabos sucios; de familias destrozadas; delincuencia callejera; seres incomprensibles vagando por las calles con la mirada perdida o reflejando en sus caras la angustia del "mono”; cadáveres con las jeringas aun colgando de sus brazos. Con la Droga se mezclan imágenes de mafiosos matándose entre sí, o de escuelas donde los niños caen víctimas de inductores sin escrúpulos que quieren ‘engancharlos a la Droga’ para hacerse ricos o, simplemente, para pagarse las dosis que necesitan porque, a su vez, también están colgados. Mucha gente siente el miedo de que ellos o sus hijos sean víctimas de lo que dicen es ‘la gran plaga de nuestro tiempo’, viniénndoles a la mente las imágenes que anuncia la FAD: esa juventud sin valores, con las esperanzas perdidas por el paro y el desencanto de la política, esperando el fin de semana para lanzarse de forma autodestructiva a una orgía de pastillas y música máquina, en busca de placeres “ficticios”. En realidad, muchas de estas sensaciones no se corresponden con la realidad o, lo que a menudo es peor, sólo se corresponden parcialmente y se mezclan con mitos y terrores sin fundamento. Pero no se viven los problemas como son, si no como se perciben, así que con estos mimbres se va manteniendo el cesto prohibicionista.

Pero ¿qué se pretende con la prohibición? ¿Cual es el problema a evitar? Las percepciones al respecto pueden dividirse, cuando menos, en tres categorías: problema sanitario, problema de orden público y problema ético/moral. Cada uno de estos aspectos, aunque diferenciables, se solapan y superponen unos con otros en las percepciones que del asunto se tienen: La Droga es mala para la salud; crea delincuencia y agresividad; y es moralmente injustificable, pues avala la busqueda de placeres fáciles.

De este popurrí propagandístico se derivan algunas de las grandes falacias: Todas las drogas son iguales; todas las drogas enganchan; nadie controla con las drogas. Así, el tratamiento del problema no se orienta a reducir los riesgos de los consumos, sino a negar la posibilidad misma de consumo responsable: sólo la abstinencia en materia de drogas, forzada por la policía si es preciso, conseguirá acabar con esta lacra social. Y como todas las drogas son iguales, tanto da fumarse un porro que inyectarse heroína. ¡La Droga! ¡Que miedo!