La ley del péndulo



Estados Unidos. Situémonos en la década de los setenta, cuando la popularidad del cannabis parecía hacer inminente su legalización. Se había vivido el apogeo del hippismo, y eran raros los miembros de la generación más joven que no hubieran tenido algún tipo de contacto con el cannabis. Cada vez más políticos se mostraban partidarios de la despenalización o, directamente, la legalización total. En el cine, en la televisión, en los comics, el consumo de marihuana aparecía como algo normal sobre lo que se podía hacer broma. Cuentan que cuando Nixon se enteró de que el informe oficial encargado por el Congreso estadounidense para eestudiar el problema del cannabis pedía su descriminalización montó en cólera, se negó a recibir los resultados del estudio, y, dirigiéndose a los sectores más reaccionarios, se puso al frente de una nueva edición de la guerra contra las drogas. Años más tarde, y tras un breve paréntesis liberal presidido por Jimmy Carter, todo daría un giro. Tras los mandatos presidenciales de los republicanos Reagan, Bush y el demócrata Clinton, quedo consolidada una situación que parecía impensable veinte años antes. Se había vuelto a la propaganda anticannabis más catastrofista y mendaz, se había vuelto a instaurar la creencia de que el consumo de marihuana conducía al de drogas más duras y se insistió en la vía policial y represiva como solución a un problema inventado. El número de detenciones por simple posesión de cannabis creció sin parar, las condenas mínimas obligatorias siguen llevando a la cárcel de por vida a cultivadores, y el debate sobre drogas parecía, hasta hace bien poco, totalmente cerrado. Incluso las series de televisión de aquel entonces fueron expurgadas de los chistes cannábicos antes de reponerlos. Visto y no visto, se había dado la vuelta a la tortilla. ¿Dónde estaban los hippies de antaño cuando toco defender los derechos civiles y el sentido común? Sólo recientemente parecen invertirse de nuevo las tendencias, situación visible en las victorias en referendum de sucesivas propuestas de legalización del cannabis terapeútico, y que han reabierto la discusión sobre la deseable legalidad, también, de sus usos recreacionales. ¿Se reproducirán de nuevo en futuro próximo las condiciones que hicieron en su momento posible soñar en Estados Unidos con una legalización? No lo parece. Anclado y consolidado el conservadurismo iletrado de Bush, no parece haber lugar aun para cambios de rumbo, que parecen más posible en Europa, donde sigue avanzando la ola antiprohibicionista. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Se mantendrá en Europa la tendencia actual o, como en su momento Estados Unidos, se volverá a una situación de mayor represión e intolerancia hacia los consumos de sustancias ilícitas? En concreto en España las encuestas muestran, es cierto, que crece cada día el número de partidarios de la legalización del cannabis, crecen los índices de consumo y disminuye la sensación de alarma social relacionada con esta droga. Pero en la dinámica de las sociedades estas tendencias, por si solas, nada nos dicen del futuro. La ley del péndulo nos muestra, más bien, que si el impulso para provocar la ruptura no es suficiente, se invertirán las fuerzas y podríamos presenciar una vuelta al pasado. Tal vez entonces nos sorprenda volver la vista atrás y recordar un pasado donde en España podían comprarse semillas de cannabis en las tiendas, e incluso estaba permitida la publicación de revistas como esta.