Internet: Hacen bien los prohibidores en temerla


Los prohibidores de las drogas han tenido siempre claro el peligro que representa Internet para su ortodoxia. En los últimos años, la ONU, en cada uno de sus informes anuales respecto la cuestión de las drogas, ha venido quejándose del peligro que representa Internet. En 1997 denunciaba que "a través de la Internet se ha transmitido información sobre drogas a un número de personas mayor que nunca", y que "los jóvenes pueden acceder fácilmente a la mayor parte de estas ideas e información controvertida." Y es que si algo es dañino para el prohibicionismo es la información y la controversia. En muchos países del mundo las declaraciones a favor del consumo de drogas o que de algún modo parecen propiciar su consumo son delictivas y punibles. Para mantener la prohibición han procurado siempre mantener una visión simplista y distorsionada del peligro que las drogas representan para la sociedad y el individuo, y han atribuido a las sustancias las desastrosas consecuencias del experimento social prohibicionista: adulteraciones, sobredosis, criminalización, corrupción... Por eso los prohibidores, atemorizados, piden ahora que los gobiernos tomen medidas para frenar el flujo de información libre fluyendo por Internet ajena a su control.

Y es normal que sientan miedo. El empuje que Internet supone para el antiprohibicionismo y su importancia en los futuros pasos hacia políticas de drogas más liberales, aun no se ha estudiado lo suficiente. Antes de Internet, el acceso a la información necesaria para desentrañar las verdades ocultas entre la propaganda oficial no era fácil, y el esfuerzo necesario para situarla en su contexto, considerable. Hoy en día, cualquier internauta tiene, al alcance de la mano, datos referentes a activismo, química, cultivo o manufactura de cualquier sustancia prohibida, así como datos acerca de precauciones, dosis, etc. Una necesidad esencial es conseguir que el activismo antiprohibicionista use de manera inteligente Internet para unificar y cohesionar sus mensajes, presentándolos como alternativa fiable a la información que, desde la ortodoxia, se aporta sobre el problema de las drogas. Muchos son ya las páginas que están ofreciendo esa información, necesaria e imprescindible para entender el actual estado de cosas, pero que raramente encontraremos en las páginas de la prensa escrita.

Pero lo más importante es que Internet no sólo permite el acceso a información o ideas, sino que permite la construcción de comunidades virtuales de ámbito internacional, con una capacidad de coordinación y de actuación conjunta como no se había conocido hasta ahora, uniendo y poniendo a trabajar en equipo a las mejores mentes de cada especialidad. Y lo apasionante es que aun queda todo por hacer: el asociacionismo virtual tiene un muy prometedor futuro por delante

Hay algunos aspectos negativos, sin embargo, que tampoco convendría olvidar. Existe un riesgo evidente de que cada comunidad virtual se convierta en ghetto: cada minoría perseguida, cada idea heterodoxa, cada chifladura, tiene centenares de páginas que reflejan sus ideas, que congregan a sus creyentes, y que de algún modo uniformizan el pensamiento y la información. Podríamos encontrarnos entonces víctimas todos del sesgo clínico consistente en creer que todos vemos las cosas igual y por los mismos motivos. Contra la tentación de cerrarnos en nosotros mismos, la solución también está en Internet: allí encontraremos prohibidores de todo tipo, desde los más fanáticos a aquellos con los que es constructivo intercambiar opiniones. A nosotros el debate no debe darnos miedo.