De cómo la lucha contra el tabaco en Nueva York muestra sus efectos perversos



Mercado negro, corrupción y citaciones judiciales por poseer ceniceros

El Ayuntamiento de Nueva York está luchando contra el tabaco. Para ello, ha subido espectacularmente los impuestos sobre los cigarrillos y ha endurecido las inspecciones para hacer cumplir la prohibición de fumar en los lugares públicos o de trabajo. La opinión pública, que ama la salud y odia la nicotina, aplaude las medidas. ¿Consecuencias? Las que eran de esperar si se conoce la historia de las prohibiciones en todo tiempo y lugar: instauración del mercado negro, delincuencia asociada y criminalización de ciudadanos mediante absurdas persecuciones. Veámoslo ejemplificado en New York City.

Hace unos meses, los impuestos municipales sobre cada paquete de cigarrillos, que eran de 8 centavos, se incrementaron hasta un dólar y medio por paquete. Este disparatado aumento ha hecho aparecer un negocio: comprar cigarrillos en Kentucky o North Carolina, estados con bajos impuestos, y venderlos por las calles y pequeñas tiendas de la ciudad, a través de redes de distribuidores. Beneficio: 50$ por cartón. Un negocio redondo que, como era de esperar, viene asociado con violencia. En apenas dos semanas, varios tiroteos en la ciudad han dejado un balance de dos muertos y varios heridos, todos en enfrentamientos para controlar buenas ubicaciones de venta de cigarrillos de contrabando.

Lo ilustrativo de la historia es que contiene todos los ingredientes, pues veremos que, junto al mercado negro y la violencia generada, también las autoridades saben sacar provecho de esta situación. En primer lugar ya se ha advertido a la ciudadanía que el contrabando de tabaco está en manos de mafias rusas y con vinculaciones, como no, con el terrorismo islámico. Para hacer frente a esta situación, las autoridades contraatacan, no reduciendo de nuevo los impuestos, sino creando una unidad especial, un cuerpo de élite, el CIG, Cigarette Inderdiction Group. (No, no es broma, se llaman así). Esta unidad es muy activa, pues según informa DCRnet, en pocos meses ha requisado seis coches, se ha incautado de 30.000 cartones de tabaco de contrabando y 250.000 dólares en efectivo. Si alguien ve en estos datos el caldo de cultivo ideal para que florezca la corrupción policial, está en lo cierto.

Veamos ahora otra cara del experimento social que Nueva York nos muestra estos días. Nos contaba "El País" un aspecto divertido e inquietante de esta lucha contra el tabaco. Las autoridades municipales están persiguiendo la tenencia de ceniceros en lugares públicos, con resultados que rozan el esperpento: 200 citaciones judiciales a locales u oficinas a las que las autoridades sanitarias les habían descubierto ceniceros. Da igual que esté limpio, o que sea decorativo, o que, cómo en uno de los casos, sea para que quien entrara fumando en un videoclub tuviera un lugar donde apagar el cigarrillo. Hay quejas respecto a los poderes concedidos a los inspectores sanitarios para entrar, sin mandamiento, en los despachos donde un denunciante anónimo ha informado que se está fumando. El director de Vanity Fair, citado por tenencia de tres ceniceros en sus oficinas, realizó unas declaraciones muy atinadas: "Cualquier ayuntamiento que te permite tener una pistola cargada en el despacho, pero no un cenicero, tiene sus prioridades gravemente tergiversadas".