La ruleta rusa



Desde los trágicos sucesos de la macrofiesta de Málaga, donde murieron dos jóvenes tras haber consumido pastillas, ha resurgido un antiguo argumento prohibicionista, el de la ruleta rusa. El primero en usar la falaz comparación fue Cabrera, ahora al mando del Instituto Nacional de Toxicología, y que a raíz de estos sucesos se ha prodigado en medios de comunicación para difundir su evangelio prohibicionista: "El chaval que se toma una pastilla, es como si jugara a la ruleta rusa...". Con la velocidad con que se difunden las simplezas, esta comparación se extendió entre columnistas y tertulianos como eslogan amenazador y pretendidamente disuasorio. El símil busca la relación emocional y visual del consumo de pastillas con la del personaje desesperado que lleva a su sien un revolver con una sola bala en un cargador de seis: el hombre suda, su dedo se tensa en el gatillo, la adrenalina bombea su cuerpo y entonces... Bueno, todos hemos visto esa película.

De modo figurado, nos pasamos la vida jugando a la ruleta rusa. Cada vez que cogemos el coche, pongamos por caso, estamos asumiendo, más o menos conscientemente, unos riesgos ciertos a cambio de unos beneficios determinados. Mientras escribo estas líneas, en plena operación retorno de las vacaciones, la cuenta de muertes en carretera es ya de 110. También el uso de petardos en las celebraciones populares tiene con demasiada frecuencia conclusiones lamentables, por no hablar de las inevitables tragedias anuales en celebraciones tan dignas de admiración mediática como los sanfermines o los eventos deportivos. Aunque queramos no pensar en ello, siempre sabemos que, en coche, subiendo una montaña, tomando un medicamento o, sencillamente, saliendo a pasear a la calle, estamos corriendo riesgos, como quien juega a la ruleta rusa. La cuestión es saber cuántas balas hay en el cargador, y cuántos agujeros sin bala; en definitiva, las probabilidades que definen esos riesgos. No tengo los datos de España, pero en Estados Unidos mueren cada año 2.000 personas por sobredosis de aspirina, por poner sólo un ejemplo. Y, por favor, que nadie entienda esto como indiferencia hacia ninguna muerte, ni minimización de ningún peligro: debería ser evidente para cualquiera, y tristemente no es así, que atiborrarse de pastillas de las que se desconoce la composición no es una actividad libre de riesgo. Con todo, y pese a esta situación de mercado negro a la que aboca la prohibición, y sus consecuentes adulteraciones e irregularidades en la composición, desde que entraron en España las drogas de diseño, hace más de diez años, las muertes por sobredosis o, en general, asociadas a su consumo, no llegan a la decena, si bien Gonzalo Robles eleva la cifra hasta 25 al incluir muertes por consumo excesivo de alcohol en consumidores de pastillas. En cualquier caso, cifras muy inferiores, por supuesto, a las muertes anuales asociadas al consumo de tabaco, alcohol o fármacos regulados.

La gestión de los riesgos es una de las facetas más importantes del uso de la libertad, y una de las más peligrosas de delegar en instituciones superiores. Y esto es así porque no son las probabilidades, sino la relación entre lo que se quiere y lo que se teme, lo que nos lleva a actuar, y los deseos y los temores son, y deben ser, libres. Para decidir con responsabilidad, por supuesto, hace falta información y libertad, lo que nos niegan los prohibidores que luego usan las muertes que sus políticas propician como argumentos para persistir en ellas.

1 Comentarios:

Blogger Rocio said...

Me interesa poder leer distintos relatos y poder entender a la forma en que se escriben diversas cosas. Ademas como trato de viajar mucho cuando llego a nuevos lugares trato de conocer acerca de sus escritores mas reconocidos. Al viajar trato de obtener promociones lan

3:28 a. m.  

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